Destellos en la oscuridad...

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La habitación relucía en destellos flamígeros. Pude notar su presencia adentrarse en el cuarto. Me encogí y sin poder evitarlo, un suave y agradable escalofrío subió por mi espalda. Él me miró fijamente, parado en la puerta, con esa media sonrisa suya tan hechizante. Marco sabía que su presencia me ponía nerviosa, y aquello le divertía. Hice un gesto con la cabeza, indicándole que se sentara, y así lo hizo, se acercó a mi cama con esa gracia felina que tanto le caracterizaba y se sentó a mi lado, pasándome uno de sus fuertes brazos por los hombros. Suspiré y me abracé a él, apoyando la cabeza en su pecho marmóleo. Me miró y se sonrío de nuevo, de manera muy sugerente y por fin, habló dulcemente:
-¿Me echabas de menos, criatura?-preguntó aunque ya sabía la respuesta-.
Solté una risita nerviosa y cerré los ojos, respiraba entrecortadamente y asentí levemente, era incapaz de hilar dos ideas seguidas debido a su presencia.
-Muchísimo-respondí con voz suave-¿Y tú a mí?
Lo sentí reír, no por que lo hiciera en alto sino por el suave movimiento de su pecho. Sonreí yo también, más relajada y le abracé más fuerte.
-Más que a mi propia vida-me respondió con su melodiosa voz, era tan suave su pecho, tan suave su tacto, que abrí levemente los ojos y alcé la cabeza, dejando sus labios rozando los míos-¿Sabes que me vuelvo loco por matarte?-preguntó divertido, volvió a reír suave e imperceptiblemente. Sus labios se pegaron más a los míos, sin dejar de sonreír-.
-Sí que lo sé-respondí segura, a pesar de que mi instinto y mi sentido común, escaso pero semi-presente, no opinaban igual-y no me importa.
Le besé de nuevo, rodeando su cuello con mis brazos y pegándome más a a él. Marco sonrió y respondió al beso durante uno escasísimos segundos, después se separó de mi y me miró con un sádico gesto en su perfecto rostro.
-Acabas de firmar tu sentencia de muerte-dijo en un susurro antes de clavarme sus blancos y afilados colmillos en la piel del cuello-.
Mi cuerpo estaba en tensión, de mis ojos brotaban un par de lágrimas y me iba quedando seca, había caído en su trampa mortal. Noté que se separaba de mí, como a regañadientes, y me dejaba suavemente en la cama tumbada.
-Te lo advertí, criatura, no me creíste-dijo con frialdad absoluta-y ahora estás muerta.
Reí con las pocas fuerzas que me quedaban y le miré fijamente mientras mi vista se volvía borrosa y rojiza por culpa de la muerte y el lloro.
-Te equivocas, vampiro-le dije con cierto matiz de desprecio-ya me habían matado antes de que tu aparecieras.
Él se rió más fuerte y se sentó junto a mi cuerpo, el cuál lentamente iba cediendo ante el peso de la muerte, y me acarició el pelo, casi con ternura sin parar de sonreír, divertido.
-¿Crees que te he matado?-me susurró al oído con indiferencia-No sabes nada, pero ya aprenderás, criatura. ya aprenderás…
Lentamente, sentí que se separaba de mí y se iba, con el mismo sigilo con el que había entrado, y sobre mí iba cayendo suavemente el oscuro, pero también dulce, manto de la muerte esperada.
Al cabo de unos minutos, sentí unos brazos cogerme y sacarme de mi habitación, también sentí el frío viento, con minúsculas gotas de agua, golpeando suavemente mi cara y mi cuerpo. De repente sentí mi cuerpo arder como si miles de cerillas se apagaran en mi piel y caí en la inconsciencia.

Desperté en una oscura y húmeda habitación, desconocida para mi.
Noté que mis miembros estaba entumecidos, abrí los ojos lentamente y me asusté, todo era demasiado perfecto, demasiado nítido podía distinguir a la perfección las motas de pintura de la pared. Miré a mi alrededor y me levanté de la mullida cama en la que me encontraba, me dirigí hacia una puerta y, antes de abrirla me di cuenta que veía a la perfección a pesar de la total oscuridad que reinaba. Suspiré y abrí la puerta.
La luz me inundó y pude distinguir que estaba en una especie de mansión antigua, a mi lado, al igual que frente a mi, había una puerta, en cambio a mi izquierda había un pasillo, lo atravesé y me encontré con una escalera, bajé y ví a un ser como Marco, estaba sentado, tranquilamente, en un sillón y leyendo un libro que parecía antiguo.
Me acerqué a él, precavida e insegura.
-¿Quién eres?-exigí saber, intentando que el temblor de mi voz y de mi cuerpo no se notara. Me puse delante de él y le mire fíjamente-.
Cerró el libro y me miró de arriba abajo, mientras dejaba el libro sobre una mesilla que había a su lado.
-Veo que ya has despertado, pequeña-me dijo con una media sonrisa, tan sexy como la de Marco-Soy William Masen.
Inclinó la cabeza a modo de saludo y yo hice lo mismo.
-¿Qué ha pasado?-le pregunté sentándome lentamente a su lado, mirándole a los ojos. William me transmitía confianza y no sabia el porqué-¿Dónde estoy?
Suspiró y me miró, también a los ojos, con una extraña mueca en la cara, entre comprensión y cansancio pero sonriendo.
-Muy sencillo, pequeñaja-dijo mientras reía entre dientes-,un vampiro te convirtió, creo que sin querer, y te dejó donde estabas creyéndote muerta.
Él se rió divertido y se estiró como un gato, sin dejar de sonreír.
-El olor de tu sangre me llamó la atención y me acerqué a tu casa, vi que te había convertido y te traje aquí, a mi hogar-río un poco más y se pasó una mano por el pelo-.
Los dos estábamos en silencio y me paré a observarle mejor, era guapo como, según había leído todos los de su raza. Tenía el pelo negro, muy oscuro, que contrastaba con su palidísima piel, por el contrario, sus ojos eran azules con pequeñas motas doradas, definitivamente era un ser muy hermoso.



Por siempre vuestra,

La ladrona de palabras.

2 susurro(s) al oido:

Diane Ross dijo...

Felicidades, Ladrona, es estupendo

Te sigo ¿va? ^^

TheLukasWeb dijo...

Culo

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